Doc historia de hongo de Borgotaro

El boleto de fama centenaria

Martina Gasparini

La primera certificación conocida aparece en el segundo capítulo de la "Istoria di Borgo Val di Taro" escrita por Alberto Clemente Cassio (1669-1760), canónigo de la Corte Pontificia y Nativa de Borgotaro que ofrece un testimonio del comercio del hongo y su apreciación en los otros países: "No soy de ningún tenue proveccio para las mujeres, y los campistas, que los recogen y venden y, sazonados con sal, los transmiten a otros países".

La investigación, la cosecha, la producción y el comercio han sido, durante siglos, los mecanismos de una verdadera "industria local", así lo definió Tommaso Grilli en 1893, en virtud de la importante cantidad de setas que tanto en verano como en otoño poblaban los bosques de la zona y que involucraban a familias enteras, para satisfacer una demanda cada vez mayor del mercado. Cortados en rodajas y hechos secar al sol, se vendían en su mayoría a los comerciantes de Tarsogno que los transportaban a Génova y desde aquí, en la carretera, y no sólo para toda Italia.

A finales de la década de 1800, a raíz del papel económico y el prestigio que la seta porcina había asumido en el mercado nacional y extranjero, dos empresas comenzaron a operar en Borgotaro.

El más antiguo fue el colombo calzolari, seguido de Bruschi Lazzaro, aún en funcionamiento. El trabajo de las dos empresas consistió en el procesamiento y comercialización del producto seco que se exportaba tanto a América del Norte como a América del Sur. Existía una gran necesidad de obtener autorización para la llamada «marca de origen» y, en consecuencia, una protección más eficaz del producto, dado su comercio intercontinental. En los años entre las dos grandes guerras y hasta 1950 la producción de la seta porcina se hizo cada vez más importante, hasta el punto de que la Administración Municipal de Borgotaro desde el año 1928 estableció la ubicación de un mercado en el largo Porta Portello, que se celebraba todos los días, para la venta del producto fresco, a la vuelta de los recolectores de las maderas.

Eran en su mayoría mujeres las que cuidaban del mercado, yendo allí con cestas desbordantes de setas que llevaban en la cabeza. Cada año, todavía, los bosques de la zona ven a entusiastas y expertos, procedentes de las provincias y ciudades cercanas del Valle del Po, a la caza de setas, cuyo reconocimiento de I.G.P. (Indicación Geográfica Protegida) se obtuvo en 1993 en Italia y siguió, en 1995, por la creación del consorcio I.G.P. "Fungo di Borgotaro"para la mejora del producto que más identifica elterritorio de los Apeninos toscano-emilianos.

* Agradezco al Presidente del Consorcio I.G.P. "Fungo di Borgotaro"Roberto Dellapina por compartir el material fotográfico y la historia de"Fungo di Borgotaro".

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